Con el Tratado de Verdún, que provocó
el reparto del Imperio Carolingio, la fragmentación del poder en el centro
europeo se profundizaría con las invasiones de diferentes pueblos como los vikingos o normandos (provenían de
Escandinavia); magiares o húngaros (oriundos
de las estepas asiáticas); sarracenos (piratas
mulsulmanes que acechaban el mediterráneo); y eslavos (originarios de la llanura rusa).
Esta fragmentación dará origen a la
formación del feudalismo, vigente entre el siglo XI y XIII, basado en una
relación de producción a través del vasallaje, donde un hombre libre (vasallo)
recibía una concesión como parcela de tierra (feudo) de parte de otro hombre libre
(señor) a través de un contrato de responsabilidades mutuas, por el cual se
debía pagar una renta feudal.
La sociedad feudal se organizaba a
partir de la jura de fidelidad de los nobles a un Rey, en una ceremonia
denominada Homenaje, por el cual se
disponían a colaborar con el mismo en la defensa del reino a cambio de la
concesión del feudo, donde
generalmente trabajaban campesinos, que podía ser explotado por el vasallo, que
a su vez podía tener vasallos propios.
Se configuró así una sociedad estamental,
constituida por tres órdenes encabezadas por el Rey. Los nobles o señores; El Clero;
y El Pueblo, compuesto en primer
término por campesinos. Los nobles
se dedicaban a la conquista de tierras, a partir de la guerra; en tanto que el
clero se dedicaba a la prédica religiosa; siendo los campesinos quienes
trabajan la tierra a fin de lograr los recursos económicos de la sociedad.
Si bien el principio del primero
milenio significó una retracción económica para europa, a partir del siglo XI,
con el fin de las invasiones, comenzó una expansión, a partir de cambios en
procesos de producción agraria, como las roturaciones y rotaciones, que impulsó
el crecimiento de la población.
Cruzadas
Esta nueva fase, también impulsó la
expansión territorial a partir de excursiones militares conocidas como las Cruzadas. Las mismas estaban
organizadas por el Papa en alianza con los reyes y se proponían reconquistar
Tierra Santa, que había caído e mano de los turcos seldyúcidas musulmanes. Si
bien nunca lograron su objetivo, las expediciones lograron restablecer el
desarrollo del comercio en el mediterráneo, provocando el fortalecimiento de
los mercaderes y comerciantes, especialmente italianos de las ciudades como
Venecia o Génova.
A su vez, permitió el avance sobre la
península Ibérica, provocando la desintegración del califato de Córdoba, por el
cual los musulmanes gobernaban el territorio. La recuperación de la península
se concretará en el siglo XV con la ocupación de Granada, en el sur, por los
Reyes católicos. A partir de allí, se organizarían en cuatro reinos cristianos
(Navarra, Aragón, Portugal y Castilla). Los mismos serán clave en la conexión
con América, a partir de los viajes de Colón, dando inicio a la edad moderna.
Texto: Ricardo Romero