Etapas de la historia de Roma
- Monarquía: Desde la fundación de Roma en el año 753 a.c. hasta la rebelión del 509 a.c.
- República: Desde 509 a.c. hasta la llegada de Octavio Augusto, que concentró el poder en el 27 a.c.
- Imperio: Desde 27 a.c. hasta la caída de la parte occidental del Imperio Romano en el 476 d.c.
Fundación de Roma
Cuenta la historia, que dos bebés habían
sobrevivido al ser amamantados por una loba, luego que fueran dejados por una
criada en una canasta flotando en un río. La misma respondía órdenes del rey
Amulio, quien era tío de éstos niños y que dispuso la muerte de los mismos
porque eran hijos de su hermano, a quien había destronado, y que podrían
reclamar el trono en un futuro. El monarca depuesto era Numitor, era descendiente
de Eneas, un príncipe troyano que había logrado escapar de la destrucción de la
ciudad. Si bien el usurpador Amulio había dispuesto matar a todos sus sobrinos,
una sobrina, que había sido obligada a convertirse en sacerdotisa de Vesta, tendría
dos gemelos con el dios de la guerra, Marte.
Tras ser rescatados por la loba, una familia de
campesinos los crió hasta su adultez, momento en que regresaron a Albalonga y
destronaron a Amulio y restituyeron a su abuelo Numitor. En compensación por su
reposición, el monarca decidió fundar una ciudad para los gemelos, haciéndolo
en el Monte Palatino, lugar donde fueron rescatados por la loba. Durante la
fundación, Rómulo decidió trazar los límites de la ciudad y sostuvo que nadie
entraría allí con armas, proclama que desafió Remo, encontrando la muerte por
parte de su hermano, convirtiéndose en el rey de la nueva ciudad que llevaría
el nombre de Roma en su honor.
Con la leyenda de Rómulo y Remo se representa la fundación de Roma, un relato que
permite justificar el avance sobre las colonias griegas, en revancha de la
guerra perdida por los troyanos. Sin embargo, una causal que podría haber dado
lugar a la formación de Roma en el año 753 a.c. se centra el intento de los
latinos de Albalonga de crear una defensa contra los estruscos, que se habían
expandido hacia el Po, por el norte, y amenazaban con cruzar el Tiber. En tanto
que otros relatos, indican que Roma es la confluencia de pastones latinos y
sabinos que se instalaron en las colinas a las orillas del Tiber, cuyas aldeas
se fusionaron para dar origen a Roma. Lo cierto, es que Roma se convertiría en
el epicentro económico y comercial del Mediterráneo que marcará la historia
hasta nuestros días.
La ciudad de Roma articularía el crecimiento
económico de la península Itálica, un espacio geográfico que está atravesado de
norte a sur por los Montes Apeninos y cerrada al norte por los Alpes. Se
encuentra entre los martes Tirreno (al oeste), Adriático (al este) y Jónico (al
sudeste). Con pocas tierras fértiles y sin ríos extensos, a excepción del Po,
en el norte.
A lo largo del territorio e islas que la rodean,
se ubicarían diferentes poblaciones con variadas culturas. Desde los ligures al noroeste y los vénetos al nordeste, que se estuvieron
asentados desde la etapa ágrafa, así como los galos (de origen Celta) que vivían en la llanura del Po. Desde el
siglo VII a.c., los griegos fundaron
colonias al sur de la península y en la isla de Sicilia (Síbaris,
Crotona, Agrigento, Siracusa, entre otras). Los fenicios de Cartago hicieron lo propio en Palermo. A su vez, al norte
de Italia se ubicaban las ciudades-Estado de los etruscos, pueblo que habrían llegado del Asia Menor y que en
alianza con los cartagineses lograron frenar el avance griego sobre el Tirreno
y las islas de Córcega y Cerdeña. Se estima que hacia el 1.200 a.c., en el
centro y sur de la península se asentaron los pueblos indoeuropeos llamados Itálicos o italiotas, entre los cuales se entraban los latinos y sabinos, así
como los umbros, volscos, ecuos y samnitas.
Dominación Etrusca
Durante los siglos VII y VI a.c., los etruscos lograron conquistar
todo el Lacio, incluyendo a Roma, que la transformarían en una Ciudad,
incorporándolas a su esquema que previo a VIII a.c. alcanzaban a doce
ciudades-Estado, que se autogobernaban por familias aristocráticas o por un rey
y coordinaban autoridades en común en épocas de guerra. A pesar de su lucha con
los griegos por el control del mar, mantuvieron un fuerte vínculo cultural, como
tener una escritura con un alfabeto similar.
Las ciudades etruscas se caracterizaban por
tener calles pavimentadas, cloacas y acueductos. Además, sus edificios de
piedras se construían con el arco de medio punto, en forma de
semicircunferencia, que le permitía sostener pesos y cúpulas que los romanos
luego adoptarían. También sanearon pantanos, desarrollaron el comercio
terrestre y marítimo, explotaron los bancos de sal del Tíber y cobraban
impuestos en los cruces de caminos del Lacio.
La cultura etrusca se conoce a través del
descubrimiento de una gran cámara funeraria con alrededor de quinientas mil
tumbas, cuyas paredes reflejan representaciones de la vida cotidiana de ese
pueblo. Eran reconocidos por su ambiente alegre, con banquetes que eran
acompañados por música y juegos de entretenimiento, especialmente peleas y
luchas a muerte. Además, se reconoce un papel activo de la mujer etrusca en la
vida social y familiar.
Monarquía Romana
Con la fundación de Roma, se ha comienzo a la
etapa monárquica de Roma, que se extendería hasta la rebelión del 509 a.c.
Durante ese período, el gobierno era desempñado por un rey de carácter electivo
y vitalicio. Era el jefe político y religioso, ejerciendo la justicia y la
guerra. Los primero cuatro fueron latinos o sabinos (Rómulo, Numa Pompilio, Tulio
Hostlio y Anco Marcio), en tanto que los últimos tres fueron etruscos (Tarquino
el Antiguo, Servio Tulio y Tarquino el Soberbio) tras la conquista de la ciudad
por parte de este pueblo.
El monarca ejercía el poder en forma compartida
con otras instituciones: el Senado y
los Comicios o Asamblea de las Curias. El Senado era un consejo de Estado, formado
por los jefes de clanes, familias relacionadas por la sangre, que elegía a los
reyes y asesoraba. Estos patricios ocupaban sus cargos de por vida. En tanto
que los Comicios estaban integrados por los varones adultos de las treinta
curias (cada curia agrupaba a diez clanes) quienes decidían sobre la paz y la guerra
y aprobaban los tratados, con el poder de veto del Senado.
Texto: Ricardo Romero