martes, 20 de octubre de 2015

Imperio Bizantino

A lo largo del territorio que ocupó el Imperio Romano de Oriente se conformaría el Imperio Bizantino (o Bizancio), sumándose algunos territorios de Asia y África. Contrapuesto a los reinos independientes romano-germánicos, este espacio mantendría una configuración imperial. Tras la caída del Imperio Romano de Occidente en el 476 d.c. mantendrá su entidad propia hasta el año 1453, ante la caída de Constantinopla, su ciudad capital. Ubicado como un espacio intermedio entre el mundo europeo y el mundo árabe, por su asiento geográfico, mantendrá interrelaciones con ambas culturas, asimilando estilos de vida y costumbres.

De los emperadores más renombrados se encuentra Constantino, quien daría nombre a la ciudad capital, que lograría mantener la centralidad del poder en la organización de los territorios provinciales dominados a través de gobernadores. La extensión máxima del Imperio se alcanzaría con Justiniano, durante el siglo VI, ocupando gran parte de la actual Turquía, el corredor Sirio-Palestino, Jerusalén, Egipto, el norte de África, los Balcanes, Italia y parte del sur de España.  Tras la muerte de Justiniano, el Imperio tuvo un proceso de disgregación, que a pesar de un renacimiento durante los siglos IX y XI, no logró frenar el avance de los turcos otomanos, quienes tomaron Constantinopla en 1453.


Contrario al proceso de ruralización de occidente, el Imperio Bizantino mantuvo su centralidad en las Ciudades, siendo una de la más importantes Constantinopla, centro de los obispados, el gobierno y el ejército, tuvo un gran desarrollo económico, a partir del vínculo comercial con otras civilizaciones, como China, India y Rusia, beneficiándose de su dominio territorial sobre el mar Mediterráneo.

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